El golf es un duelo, una prueba de temperamento, pero también supone un barrido de nuestro desasosiego mental, un antídoto a la preocupación. Y resulta más fácil estar concentrados en el golpe que tenemos delante cuando no hay frustración, ni quejas ni reproches.
El golf es un duelo, una prueba de temperamento, pero también supone un barrido de nuestro desasosiego mental, un antídoto a la preocupación.
Y resulta más fácil estar concentrados en el golpe que tenemos delante cuando no hay frustración, ni quejas ni reproches.
Cuando no esperamos nada nos volvemos más tolerantes ante los errores y, en general, somos capaces de relativizar las situaciones que nos van sucediendo.
Lo importante es aprender a jugar en la incomodidad y el desencanto para hacer pocos golpes. Cada día es una historia nueva contra la cual no hay que luchar sino adaptarse a ella.
Evitar la tentación tan recurrente de querer pegar la bola cada vez más larga con el drive, algo natural pero muy dañino. La distancia se adquiere a través de la experiencia, cuando el swing es cada vez más certero y más natural.
Es difícil mantener la fe y jugar golpe a golpe cuando todo parece que está perdido. El truco es no entrar en el futuro y permanecer en el presente del golpe que estás realizando; ese es el gran secreto y la máxima indispensable que recortará golpes de la tarjeta.
No te pongas límites, estás en un campo maravilloso de golf, sintiendo la brisa y el sol en la cara, disfrutando de lo que más te gusta en compañía de amigos. Que el miedo a fallar no te arruine el día.
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