Es primero con el putt y luego con el approach, como se entiende la esencia del movimiento y del objetivo último del golf: meter la bola en el hoyo. Pegar a la bola fuerte y mandarla 250 metros vendrá más adelante.

El inicio de cualquier golfista tendría que ser en el putting green. Al golf se empieza a jugando con el putt. Es el palo más personal de la bolsa de un golfista.

En una vuelta perfecta, la mitad de los golpes contemplados se dan en el green con el fin de embocar la bola en el hoyo. A diferencia de los demás, la bola no se levanta del suelo. Por eso es tan importante practicar el putt. Y pasearse por el green es fundamental para sentir la textura de la hierba bajo tus pies, si está dura o blanda, seca o mojada -eso, sí, sin retrasar el juego de los demás-.

En cada putt sólo hay dos posibilidades: embocar o fallar. Hay quienes afirman que el putt es una cuestión eminentemente mental, antes que física.

Al final del día, más del 70% de los golpes se dan en el green y sus alrededores. Así que es importante dedicar un 75 por ciento del tiempo de práctica a reforzar el approach y el putt, y sólo un 25 por ciento a tu juego largo. En lo que a puntuación se refiere, da lo mismo fallar un putt en el hoyo 3 que el hoyo 18. Busca la manera de practicar más tiempo en el putting green.

Patear bien, independientemente de la distancia en la que se encuentre la bola del hoyo sobre el green, cuesta en la tarjeta tanto como un drive de 200 metros. Cuando te enfrentes a un putt de larga distancia, olvídate del hoyo, no intentes embocarla. Haz lo contrario, tira a arrimar, sólo intenta dejarla cerca. Imagínate una circunferencia alrededor del hoyo e intenta meter tu bola dentro. De pronto te darás cuenta de que, sin quererlo, entran muchos más putts que antes. Tus futuras vueltas te lo agradecerán.

El golf, siempre el golf, para probarnos de nuevo una y otra vez. Y otra más.