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Diario de una odisea II (Filomena a mi pesar)

Igual que en la obra de teatro de Lope de Vega “Fuenteovejuna”, todos a una, en la Federación de golf de Madrid se organizaron para tratar de despejar la nieve de las instalaciones y reanudar cuanto antes las clases y el juego de todos los federados. Una enorme sensación de compañerismo y satisfacción.

Igual que en la obra de teatro de Lope de Vega “Fuenteovejuna”, todos a una, en la Federación de golf de Madrid se organizaron para tratar de despejar la nieve de las instalaciones y reanudar cuanto antes las clases y el juego de todos los federados.

Después de la gran nevada que duró dos días y dos noches consecutivas el equipo de mantenimiento con José Ángel a la cabeza, Alfonso Fernández de Córdoba, Tomás Muñoz Montijano y profesores de golf conseguían llegar a la escuela de golf de la Federación de Madrid. Se unían 15 más del personal a colaborar con los 6 de mantenimiento.

Todos llegaban dispuestos a recibir instrucciones y a aportar ideas, a cavar, lo que hiciera falta para volver a ofrecer a los federados todos los servicios.

Una enorme sensación de compañerismo y satisfacción.

Una vez llegaron al parking tuvieron que esperar a que las máquinas terminaran de crear el carril entre la nieve y una vez dentro se pusieron manos a la obra.

La primera impresión era de paz y silencio; el día era soleado y la nieve virgen suavizaba el moldeo de la zona de prácticas. No había árboles caídos, ni ramas desprendidas. Todavía.

Según se iban acercando al campo de golf, encontraron las dos grandes carpas derrumbadas por el peso de la nieve. La cosa pintaba en bastos.

Y subiendo al segundo piso de los puestos de bolas, el paisaje cambió radicalmente. Árboles tumbados, rotos, deshechos y caídos en la nieve.

No había tiempo que perder y se organizaron en dos grupos.

El primero, después de verificar que la máquina excavadora no había sufrido se ponen a retirar nieve y llegar a los vestuarios para equiparse adecuadamente sin ir por la nieve hasta la rodilla. El otro grupo, a recorrer el campo y ver los daños.

En palabras de José Ángel:

“Me recordaba a las imágenes que se ven en la televisión después de accidentes aéreos. Una vuelta por el campo que te hace sudar, mucho. Y de vuelta otras federaciones te piden colaboración con la máquina que en mayor o menor medida tratas de prestar. Y por último te das cuenta que no tienes ni parking para que los compañeros al día siguiente puedan dejar los coches, así que a acondicionar la explanada y esparcir sal en las entradas. Pero logramos lo más importante: putting green limpio”

Uno trajo vino, otro empanada, otro sándwiches… Todos a Una.

El ser humano es extraordinario.

 

 

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